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Un castigo para K.C.

21 septiembre 2010

Ha llegado el momento de que K.C. rinda cuentas con la sociedad, de que pague su justo castigo. Bien es cierto que no tiene la culpa de habitar este planeta, como a mí le han parido en él, pero sí de su relación con los semejantes. No voy a tolerar determinados comportamientos.

Sabemos que de pequeño fue malo con su hermana recién nacida a quien, víctima de la envidia, tiró de las orejas hasta que la pequeña empezó a llorar. En el colegio, negó cualquier favor a sus amigos con el habitual celo que muestran los niños por la propiedad privada, en especial con la que les pertenece. No cabe duda que K.C. había sido malo con los semejantes en la facultad, donde corrió el primero a la biblioteca a solicitar el manual necesario para un trabajo, escondiendo el resto de ejemplares para que sus compañeros de clase no tuvieran acceso a ellos. Nunca fue buen compañero en el trabajo sino más bien pelota del jefe; como celebración a su puesto en el comité de empresa, pasó un fin de semana en la playa malgastando dieciocho horas sindicales.

Puede que alguien piense que estos y otros defectos habían sido aprehendidos de sus mayores, estos a su vez habían sido niños a los que preferí indultar.

No se me olvida, K.C: es culpable de un matrimonio sin amor con una chica enamorada de la imagen que él proyectaba de puertas afuera. Un mal padre, siempre ocupado, que llegó a utilizar tres subterfugios distintos una misma semana para eludir pasar la noche con sus hijos; K.C. se había echado una nueva novia. Durante aquellos años de resurgimiento de la líbido, los tres siguientes a la definitiva separación de su primera esposa, K.C. se convirtió en un presumido, tanto que no se daba cuenta de que en realidad era un superficial. A esa primera novia la dejó, asustado de un deseo nuevo que prefirió mantener insatisfecho. La había conocido paseando por el parque, o quizá fue en una disco de moda, pero aquel día a K.C. le mordieron en el corazón. Cuando tras la tercera cita fue consciente de ello no supo qué decir y menos qué hacer, y se marchó a casa abatido.

Consultada la moral popular que reconoce lo qué está mal en lo que vulnera los derechos de los semejantes, afirmo que K.C. ha sido malo. Y va a pagar el precio.

Los Enemigos – La venganza de H.P. Expósito (Tras el último no va nadie, 1994)

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