Oooh, yeah… Estoy de blues hasta ahí, hasta ahí mismo. Y tan feliz.
Vengo del XV Festival Internacional de Blues de Béjar. Lo mejor: el ambiente general en el pueblo. Se respira música. Muchas jams en los bares, te encuentras por el pueblo a los artistas que tocan el festival, echas una parrafada… esas cosas. En fin, que se respira ambiente de música de verdad, de músicos.
Lo peor: que existan los móviles. Mejor dicho: que existan gilipollas con móvil. Es imposible ver un concierto normalmente sin que se plante alguien delante de ti con los brazos extendidos y el móvil entre las manos al grito de: «es solo un minuto, ahora me quito». También meto dentro de lo peor cierto engreimiento que he detectado en los músicos. Me refiero a los músicos de Madrid de los que te hablo más adelante. Igual es que yo soy muy susceptible, quizás. Toco blues, soy de barrio del Sur de Madrid, voy a Chicago a grabar y me codeo con los negros. Apártate, que paso. Anda, chaval, a mamarla.
Gov’t Mule, al margen de gustos personales, es un grupo muy profesional, son muy buenos músicos, saben lo que hacen. En directo no son tan cabezones como en disco. El concierto fue muy guitarrero, pasajes largos y buenos y una versión del Cortez The Killer de Neil Young de 15 minutos inolvidable. El pobre Warren Haynes esperando a que el público respondiera «Cortez, Cortez» en el estribillo y ahí no respondía ni Cristo. Yo no podía, tenía un cigarrillo en la boca.
Lucky Peterson tocaba semanalmente en el garito al que yo iba en mi visita a Chicago. Otro profesional. Y el epítome de showman afroamericano. Soul, Gospel, Blues, R&B, hubo de todo. Baja del escenario guitarra en ristre, se revuelca por el suelo, se levanta y camina 50 metros sin dejar de tocar hasta que llega a la barra y le ponen una cervecita… Dos guitarras, dos teclados, saxos y trompetas, abrasador, de alto voltaje. Imposible no disfrutar.
Kenny Wayne, un tipo de Nueva Orleans. R&B estilo Fats Domino. Le faltaba chicha, le faltaba voz, no me gustó, muy convencional en todo. Tocaba con un tal Bob Stroger («soy el blues», decía el tío), a quien confieso no conocer. Bob Esponja, como le llamaba alguno del público a voz en grito, tiene 80 años. Es un viejecito delicioso. Pero el hombre ya no está para subirse a un escenario.
Lazy Lester. No está para tocar. Nació en 1933. Me pasé todo el concierto rezando a algún Dios por ahí para que no le dé el jamacuco en el vuelo de vuelta. No creo que tenga hijos, no le dejarían subirse al avión. O eso, o los tiene y esperan heredar.
Luego había una fisiculturista de Texas. que como te meta una hostia te parte a la mitad. Carloyn Wonderland. Quería ser Janis Joplin pero no le salía ni a tiros, claro.
Y al resto ya no los vi. Preferí irme a beber al garito de blues que hay en Béjar antes que escuchar el ethno-jazz de una tal Ester Rada y la cosa rara esa que hacen los Corizonas. Me siento mayor y cansado para ethno-jazz. Una cosa que no me gusta de estos festivales. La ausencia de sentido crítico. Hablas con la gente, con el público en general o incluso con algún músico de blues de Madrid y el discurso es infalible: todos son leyendas. Todos son la reputa hostia p’arriba. Todos se salen. No es así, hombre, no es así. Como el tal Bob Stroger y como el cual Kenny Wayne hay 200 solo en el estado de Mississippi. Y el doble en Luisiana. Lo he visto, lo he visto.
Tanto Kenny Wayne como Bob Stroger no tocaron con su banda. Tocaron con unos chicos de Madrid, un tal Quique Gómez (armónica, voz) y Eduardo no sé cuántos (un pavo con aspecto de ser repartidor de butano en Fuenlabrada y que es igual a Joe Strummer solo que con coleta. Toca la guitarra de puta madre el manostijeras este). También había otro guitarra italiano, Luca Giordano, bastante bueno. Estaba famélico el tío, la doliente anemia. Le hubiera invitado a un rissotto, pero me sopló 15 euros por su disco así que el rissotto se lo tendrá que cocinar mamá. Hablé un buen rato con esta gente, han grabado un disco en Chicago, viven en Chicago a temporadas, viajan por Mississippi, por los pueblos perdidos. Son unos pirados del blues. Aunque solo sea por eso, de puta madre. Por otra cosa no va a ser porque el disco es malísimo.
El surrealismo vuelve. Había un bluesmen gaditano tocando por los bares. Felix Slim. Tocaba folk blues, estilo Snooks Eaglin, Willie McTell. Tocaba rags, cantaba en inglés. Entre tema y tema levantaba una copa y decía al camarero «pisha, ponme otro cafetito de estos». El cafetito era tintorro. Se trasegaba su tintorro y atacaba un rag.
Felix Slim – Cele’s Rag (Midtown Blues, 2014)
ciruja